Encarna Espunya

DOLOR PERSISTENTE POST CÁNCER DE MAMA

La supervivencia en el cáncer en general, y en particular en el cáncer de mama, está aumentando, lo que hace que haya población con dolor persistente asociado a esta patología. Por otro lado, cada vez hay más población afectada por cáncer.

El dolor tras la supervivencia al cáncer es la secuela más prevalente, y más invalidante. Hay personas que llegan a decir, “que vivir así no vale la pena, ¿para qué he sobrevivido?, para no vivir…”

Y no solo hay dolor, este suele ir acompañado, no siempre, y no en todas, de fatiga, insomnio y depresión. En el cáncer de mama, hay casi un 40% de las pacientes en las que ya no existe daño en los tejidos (este ha sido eliminado por la cirugía, la quimio, etc.), donde también la toxicidad de la quimioterapia ha sido superada, y, sin embargo, el dolor persiste.

 

Algunas pacientes nos dicen:

“Llevo 5 años de tratamiento hormonal, y lo estoy pasando fatal con el dolor articular… “Llevo varios años sin tomar la pastilla y sigo con el dolor articular y fatiga”. Ante esto muchos oncólogos dicen (y si no lo dicen lo piensan): “Pues aguántate con el dolor de las artralgias, ¡qué quieres has tenido cáncer!”

Desde la Terapia Reversión del Dolor decimos que ¡Esto NO tiene por qué ser así!

Es posible revertir este tipo de dolor, al que se le conoce también como dolor primario, central, nociplástico, neuroplástico, complejo, persistente, o más comúnmente crónico. Ahora podemos decir que este dolor tiene solución, como lo está teniendo el cáncer.

¿En qué nos basamos para hacer una afirmación semejante?: en las investigaciones realizadas al respecto.

Para poder revertirlo se necesitan dos cosas: un diagnóstico diferencial que deje claro que el dolor que la persona está sufriendo no tiene que ver con el proceso oncológico en sí.

Y en paralelo, aplicar los nuevos conocimientos científicos que tenemos tanto a nivel teórico como de aplicación clínica para solucionar un problema cada vez de mayor prevalencia y que tiene solución que es el dolor persistente, que, en la Terapia Reversión del Dolor, llamamos dolor disfuncional.

“Con el cáncer el trabajo con el dolor hay que hacerlo desde el principio para evitar que la sensación de amenaza sea excesiva”. Pero ¿qué hace que el dolor persista en unas personas si, y en otras no? Ahora sabemos que la razón no la hemos de buscar en los tejidos, ya sabemos que hay otros factores de orden psicosocial que están detrás del dolor persistente o disfuncional. (Irene de la Rosa, 2022).

Sabemos que el dolor NO depende de:

  • El tipo de cirugía mamaria (cuadrantectomía, mastectomía radical, etc.)
  • El tipo de cirugía realizada en las axilas
  • O si ha habido o no, la laceración del nervio costobraquial

En este tipo de pacientes es vital tener esta información, para que la persona salga de la creencia de que el dolor es proporcional al tipo de intervención que ha recibido. La experiencia emocional de actualizar el modelo interno biomédico que la persona tiene le ayudará a no sentir tanta amenaza o sensación de peligro, y por lo tanto, al disminuir el miedo, hemos comprobado que disminuirá o se revertirá completamente el dolor y los otros síntomas como insomnio, fatiga, etc.

En la Terapia Reversión del Dolor aplicamos una serie de herramientas terapéuticas

Que han sido probadas científicamente, como se testan los fármacos y los procedimientos médico-quirúrgicos para el dolor, y las aplicamos a este tipo de dolor que persiste, una vez se haya descartado que no está asociado al propio proceso oncológico. Y tal como hemos visto antes, tampoco está asociado, al tratamiento, y a los propios procedimientos quirúrgicos que la persona recibió. Este tipo de dolor, valga la metáfora, sería como el de una alarma que a pesar de haber apagado el incendio (el cáncer), el propio organismo la mantiene encendida, produciendo sufrimiento y una pérdida muy significativa de calidad de vida.

Es curioso como la vida, el Universo, Dios o como lo queramos llamar, pone en nuestro camino lo que necesitamos en ese momento en el que parece que ya nada ni nadie puede hacer nada para ayudarnos.

En mi caso por casualidad, o porque así tenía que ser, se cruzó en mi camino el término SMT.

Yo nunca había oído hablar de ese síndrome ni de todo lo que significa. Soy sociosanitaria desde hace veinte años y jamás había leído nada sobre el Dr. Sarno y su síndrome. Me diagnosticaron cáncer de mama un dieciséis de agosto de 2016. Hasta la semana anterior al diagnóstico, competía en carreras populares de media y larga distancia.

Mi vida se paró en seco en ese mismo momento. Me intervino el Dr. Coloma al mes siguiente. Cuadrantectomía en mi mama derecha, seis ciclos de quimioterapia y veintiuna sesiones de radioterapia. Tenía 43 años, un hijo de 13 y una vida sin ninguna preocupación importante más allá de las trivialidades del día a día a las que generalmente damos una importancia que no tienen.

Me mantuve activa durante todo mi tratamiento, no corriendo, puesto que fue un tratamiento bastante agresivo. Pero caminaba por la montaña dos o tres veces por semana. En el quinto ciclo de quimioterapia, comencé a sentir dolor en la zona dorsal de mi espalda y desde el primer momento que lo sentí, pensé que ese dolor era una complicación relacionada con el cáncer y que moriría por la metástasis que yo creía tener en mi cuerpo. Ni mi oncóloga la Dra. Mora, ni mi medico deportivo el Dr. Oliva, y ni ninguno de los “fisios” que me vieron y trataron, encontraron rastro de la metástasis que yo aseguraba padecer.

Yo intentaba volver a correr y todas y cada una de las ¡veces que intentaba padecía fuertes dolores en la zona dorsal de mi espalda que me impedían volver a entrenar con regularidad, y también principalmente, ser feliz.

Mi vida se convirtió poco a poco en una serie de limitaciones físicas y personales que iban anulando a la mujer fuerte y resolutiva que fui y dando lugar a una persona que nadie reconocía.  Me alejé de mi círculo más cercano de amigas, mi vida familiar la convertí en un infierno y no encontraba salida.

Fue entonces cuando se cruzó en mi camino el término SMT, SIRPA y Encarna Espunya.

Ya he dicho que me dedico a la sanidad soy una persona totalmente escéptica con determinados terapia y tratamientos, pero hubo algo que me produjo curiosidad y decidí ponerme en contacto con Encarna. Como ella misma me dijo en mi primera sesión ¿Qué tenía que perder? ¿Salvo mi dolor de espalda?

Comencé mi terapia con Encarna el 5 de marzo del 2019. Mi marido fue la principal persona que al conocerla me animó a confiar en ella y a intentarlo.

Soy una persona estricta, disciplinada y constante, lo que ha sido un punto a favor en mi recuperación muy importante.

Desde la primera consulta me volqué en todo el plan de recuperación que Encarna diseño para mi. No creo en los milagros, si en el trabajo y la constancia. Hoy en día me resulta todavía complicado entender como ha desaparecido totalmente el dolor y todo lo que el conllevaba.

Mi mejoría comenzó muy pronto, como la propia Encarna pronóstico. He vuelto a correr, incluso tengo prevista una carrera muy importante para mí por todo lo que significa. Correré con mi equipo femenino el próximo 19 de octubre el “Trail solidari ciutat de Alcoi”. Si logro cruzar la línea de meta tras los 55 km de la bella montaña alcoyana con su Motcabrer incluido, será muy importante en mi vida por muchas razones.

La vida no es un camino de rosas, al menos no solo de los pétalos de ellas, también lo es de las espinitas que las hacen ser rosas. Sigo mi terapia día a día, se ha convertido en una forma de vida. Me queda mucho camino por recorrer y sé que debo vivir con muchas menos resistencias de las que yo misma pongo. Mi mente necesita fortalecerse con la constancia y la puesta en práctica de muchas de las herramientas que, en mi caso, puso en mis manos Encarna.

Toda mi vida he sabido dar las gracias, en este caso, Encarna, gracias por haberme ayudado a salir el circulo de dolor físico y mental que acabo robando mi vida.

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Junto a la Dra. Irene de la Rosa, investigadora en dolor y en cáncer de mama a quién he tomado como referencia en este artículo.

Irene de la Rosa Díaz. Fisioterapeuta. Doctora Cum Laude en Ciencias de la Salud por la Universidad de Alcalá de Henares. Tesis doctoral en neurodinamia del plexo braquial en el cáncer de mama. Máster Oficial en Fisioterapia Manual del Aparato Locomotor. Profesora de fisioterapia oncológica en La Salle y en el Máster en Fisio- terapia en los procesos de salud de la mujer de la Universidad de Alcalá de Henares.

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